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Tom Hanks interpreta a James B. Donovan en Bridge of Spies. Foto via Motionpicture.co.nz |
Al terminar
de ver “Bridge of Spies”, yo era la única en la sala de cine llorando como una
niña. Mi novio no entendía por qué. Yo estaba desconsolada.
No sé si
seré la única a quien esta película le causó el mismo efecto que la muerte de
Bambi en 1942. Nadie murió en “Bridge of Spies”, pero yo no podía dejar de
pensar en la triste posibilidad de que estamos viviendo una nueva Guerra Fría,
o que aquella nunca finalizó realmente a finales de los 80’s.
Ver a James
B. Donovan, el personaje de Tom Hanks, arriesgar su carrera, su reputación, su
familia y su vida por una causa cuyo resultado no sabría con certeza me hizo
pensar profundamente en lo difícil que es a veces hacer lo correcto, no lo que
nos dicen que es lo “mejor”, sino lo que verdaderamente sabemos y sentimos en
nuestro corazón que es lo correcto.
Otras
alternativas pueden parecer más viables, más simples de conseguir, “win-win”
para todas las partes, “lo que todo el mundo haría”, lo más lógico, lo que tu
esposa está de acuerdo, lo que el gobierno apoya… Pero a cada uno se nos ha
dado una consciencia, que no falla en su juicio cuando sinceramente le hacemos
caso.
No
obstante, no todo el mundo tiene el carácter, las “bolas”, ni la fortaleza para
hacer lo que está bien en ocasiones como las que Donovan tuvo que enfrentar.
Desde el
punto de vista cristiano (que es mi punto de vista), tal fortaleza es un don
que como todo se refuerza con la práctica; que algunos reciben por pura gracia,
pero que otros tenemos la necesidad de pedir sabiéndonos débiles ante la
posibilidad de no elegir hacer el bien.
Lloré por
ver cómo tres naciones se jugaban la vida de personas inocentes y la
estabilidad de familias enteras, por probar “quién puede más”. Lloré porque es
lo mismo que estamos viviendo hoy. Mientras los gobernantes están bien seguros
en sus modernos palacios -y yo tranquilamente viendo una película en el cine-, ninguno tiene la fortaleza de decir “ya está bueno”, “yo
no apoyo más tanto asesinato”. Al contrario, quieren medir su fuerza de la
única manera que no produce ningún buen resultado: con más violencia. No saben que
es más fuerte quien es capaz de enfrentarse al mal con honor, quien es capaz de
perdonar y pedir perdón.
Lloré por
ignorante. Porque tuve que admitirme cómplice al pasar por alto muchas
situaciones de sufrimiento que ni siquiera me molesto en entender.
Pero más
que nada lloré de desesperanza. Porque no aprendemos de nuestra historia sino
que repetimos nuestros errores sin fin. Los errores cotidianos y los errores
globales cuyo daño va más allá de nuestra pequeña burbuja personal.
Llorando le
pedí a mi novio que si llegamos a compartir más de esta vida juntos, me
impulsara a siempre hacer lo correcto y que lo hiciera él también. Quizás
pudiéramos llegar a escribir unas líneas positivas en la historia de la
humanidad.
De más está decir que les recomiendo la película y también que volvamos a estudiar un poco de historia.
El nombre "Standing Man" para este trailer, hace referencia a parte de la trama que mucho tiene que ver con este post.
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