Como les dije antes, 6 páginas en Pandora no cuentan toda mi experiencia
de viaje a Colombia, así que por eso es que tengo éste blog, para poder contar
a mis anchas las bendiciones de cada día.
Ya saben que estuve del 6 al 10 de marzo en Barranquilla, Colombia.
Invitada por Pro-Export para cubrir Plataforma K.
Cada vez que salgo del país, encuentro nuestro aeropuerto mejorado. En
esta ocasión había una interesante exposición de aves endémicas de la isla, que
me sirvió para entretenerme mientras esperaba mi vuelo.
Salía de madrugada, rallando el alba. Así que pude disfrutar de este
bellísimo amanecer.
Sin embargo, el vuelo se retrasó y mi ruta SDQ-Panamá-Barranquilla, se
convirtió en SDQ-Panamá-Bogotá-Barranquilla.
Nada es más agotador que los aeropuertos, sin dudas; pero no me quejo,
la experiencia me dio más que contar.
Una cosa me pareció sorprendente. El aeropuerto de Bogotá, está dividido
en dos partes muy disímiles. Una para los vuelos internacionales, con
estructuras muy modernas, que hace visible una construcción no muy antigua.
Pero el contraste de las instalaciones reservadas para vuelos nacionales
es grande. Parecía más bien una parada de autobús local. La gente agolpada sin
lugar para sentarse, mucho movimiento comercial y un poco incómoda. Se hace una
larga fila para el check-in y luego me tocó caminar casi un kilómetro hacia el
avión, pues no hay gates en esta parte. Eso sí, los colombianos son muy
respetuosos y organizados. Pero como viajaba en una cómoda falda, prefería
esperar a que todo el mundo subiera la gigantesca escalera para montarse o de
lo contrario todos verían mis pantys.
El clima en Bogotá también sorprende. En las puertas del aeropuerto y al
salir a la pista, podía sentirse el frío de una ciudad elevada por encima de
otras ciudades de la zona.
Muy diferente a Barranquilla, a donde llegué finalmente. Esta ciudad
costeña tiene un clima muy similar al de Santo Domingo, con un poco más de
viento en aquellos días.
La zona a las afueras del aeropuerto es un zona industrial, envuelta en
el caos de la construcción, los tapones de las horas pico y el movimiento de
trabajadores que se vuelven a sus hogares tras la jornada.
Mi hospedaje fue en el Smart Suites Hotel, en una zona privilegiada de
la ciudad según me contaron. Algo así como su versión de Piantini.
Tanto el servicio como las instalaciones estuvieron perfectos. Y mi
habitación, ni les cuento. De su diseño interior se destacaba el baño, separado
de la habitación por un cristal totalmente transparente, bastante sexy a mi
entender jajajja.
En la misma calle del hotel hay muchos restaurantes, de toda clase de
comida. Así que aproveché para ir con unas amigas nuevas a éste cuyo nombre
ahora no recuerdo. Era algo así como el Rodeo o el Corral (le preguntaré a Andrea), pero supuestamente sus
hamburguesas son de las mejores de la ciudad.
No lo niego, la variedad de combinaciones para hamburguesas en el menú
es muy interesante, pero sin dudas aquí las tenemos mejores.
Su manera de expresarse denota que nos llevan miles de años luz en
materia de educación no sólo académica, sino también familiar.
Continuará...:P
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